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Foto del escritorMI RAVEN

Capítulo final

Actualizado: 3 feb 2023

Asel, la mediana de los primos. La única chica de la banda. Fuerte e independiente, siempre envuelta entre hombres. Protectora de los dos más pequeños, pero también de los dos más adultos. Su confidente y consejera. Sus padres creían que ella mantenía el orden y ponía a raya a todos esos hombres que tenía como familia. Sin embargo, no necesitaba ser la madura o la líder con ellos, se daba el placer de disfrutar de la vida y dejaba aquel papel al mayor de los primos, Caiel.


Toda la vida habían estado ocultos, desarrollando y perfeccionando sus habilidades. Meses atrás eran considerados criminales; hoy, servidores del Gobierno. Tal vez no era justo, mas era parte de su nueva realidad. Asel, lo había hecho posible, exterminadora y salvadora. Su don era tan codiciado como temido. Tenía la capacidad de conectar con la mente de las personas: sus pensamientos, sentimientos, recuerdos y ambiciones. Estas se convertían en títeres y podía hacer lo que desease con ellas.


Tardaron muchos años en ser libres, en aceptar que deseaban pelear por un futuro mejor y que solo podían conseguirlo de una manera. La decisión de esa familia no podría ser considerada moral, aunque había salvado vidas y continuaría haciéndolo.

Asel y otro muchacho unieron sus dones, permitiendo que ella tuviera la energía suficiente para entrar en la mente de todos los individuos del mundo. De esta manera, eliminó de sus cerebros el odio, el miedo y la ambición de poder que sentían determinadas personas contra los Teaks, seres que habían nacido con habilidades sobrenaturales.


Ahora podían vivir sin esconderse, sin huir, sin luchar por su supervivencia. Toda decisión acarreaba consecuencias y por ello trabajaban para el Gobierno. Que los mortales ya no los odiaran no implicaba que los Teaks usaran sus habilidades de manera responsable. Por eso, la familia Alles se esforzaba por mantener el orden.


Para Asel, salir con ellos era sencillo: no solo compartían sangre, también eran amigos, aliados y protectores. Había respeto, se aceptaban las jerarquías y se hacían cumplir las reglas. Caiel era el mayor, físicamente el más fuerte, aun cuando Asel era la más poderosa y la que podría hacer arder el mundo. Había aprendido a controlar sus sentimientos a la perfección, ya que estos eran clave en el fluir de sus dones. No era precisamente paciente, aunque su hermano apaciguaba su temperamento. Era al único a quien le permitía ese tipo de control sobre ella; Asel era consciente del peligro que podría causar de no contar con su ayuda.



Tomaban su segunda copa en el bar de siempre. La camarera ya había captado el interés del mayor de ellos. Al verla, el hombre se olvidó por breves instantes del motivo por el que estaban ahí. Asel lo daba por perdido. Al final de la noche, la camarera sería su nueva conquista; con suerte, mañana se hablaría de ella en la comida.

Entonces, el más pequeño de los primos le dio un codazo a la chica, para atraer su atención.


—A tus tres —susurró con una sonrisa pizpireta. Asel sabía a qué se refería, estaba llamando la atención de algún caballero. Se recogió su larga melena en una cola que favorecía el aspecto de sus cabellos marrones y ondulados.


—Gracias —dijo a su primo. Luego, giró su cuerpo para encontrarse con el hombre. Atractivo, sin duda. Onail siempre escogía a sus víctimas a la perfección.


Asel sonrió con una timidez fingida y el aura del individuo comenzó a envolverla. De repente, se había vuelto más hermoso de lo que había percibido y se sintió confundida por un segundo. Si las barreras que había construido en su mente no fueran tan sólidas y resistentes, habría caído en sus encantos con una facilidad pasmosa. Los dones podían ser muy peligrosos. Él estaba tratando de embrujarla, cautivarla, hacerle perder el control sobre sus deseos y su placer. No obstante, Asel tenía el don más selecto y raro de todos, pocos podrían ponerla en jaque. Cerró los ojos, buscando esa grieta por dónde se estaba intentando colar el Teak y, una vez la identificó, le cortó el acceso, sacándolo con violencia, desprendiéndose de su hechizo. Miró a su primo mayor y le lanzó un pensamiento que atravesó sus delicadas barreras.


<< Es él >>.


Caiel se volvió hacia Najib, unos años más joven, y le hizo una señal. Najib hizo que la tierra bajo los pies del encantador se volviera barro. Sus pies se hundieron por efecto de la gravedad y, cuando volvió la tierra sólida, quedó atrapado al suelo.


Lo habían estado buscando. Ese hombre había abusado de sus capacidades, seduciendo a mujeres y reduciéndolas a trofeos de los que presumir. La camarera se acercó a la familia Alles. Ella los había advertido del incidente y estaba agradecida por su implicación. Miró a Caiel, luego asintió, confirmando así lo que la familia sospechaba.


Caiel era un mujeriego, pero las mujeres seducidas eran conscientes de sus actos y decidían en todo momento. Este Teak les había privado de tal derecho. Aquello hacía hervir la sangre de Asel. Desde la distancia a la que se encontraba, entró en su mente, bañada del aura enfermiza de sus encantos embriagadores. Asel se concentró para no olvidarse de su objetivo y, cuando estuvo en el centro de su mente, dejó fluir aquellos pensamientos que harían volver loco a cualquiera. Degustó los miedos del hombre, erradicó los pensamientos y recuerdos que le daban seguridad, dejando sus temores al descubierto e, inmediatamente después, salió de su cabeza.


El hombre lloraba, gritaba tirándose de los pelos, hasta que cayó inconsciente. Aquello hizo sonreír al mayor de los primos. La camarera se sobresaltó, pero compartió su satisfacción con Caiel y volvió a su puesto de trabajo como si nada hubiera pasado.

Asel no sentía culpa de sus actos, pero tampoco orgullo. ¿Era justo? No lo sabía, ya estaba lejos de poder evaluar sus acciones con objetividad. Creía que merecía sufrir, mas consideraba que no era la mejor juez. Su hermano menor, Olig, compartía esa opinión.


—¿Nos vamos de fiesta? —murmuró Najib.


—¡Oh, sí! —animó el mayor, colocándose las gafas.


—Primero, me acabo mi copa —aclaró el hermano de Asel, bebiendo y volviendo a acomodarse tranquilamente.


Ella se encogió de hombros, le daba igual el plan de esa noche. La misión ya se había conseguido: llamar la atención del individuo que debía ser castigado. Para llevarla a cabo, se había vestido con esa falda corta de cuero.


Le gustaba más el estilo boyish, puede que de mezclarse tanto con hombres o simplemente porque estaba más cómoda en comparación con los vestidos apretados y los tops escotados. La ropa ancha la hacía sentir a gusto y su vanidad no se veía afectada por ella. Además, le servía de filtro para los hombres que no valían la pena, los incapaces de ver a una mujer con otro estilo.


Caiel siguió echándole ojitos a la camarera.


—Creo que hoy no viene con nosotros —comentó Najib con una sonrisa burlona, pero él negó con la cabeza, asegurando que no perderían a su líder. Olig y Onail sonrieron entre dientes, considerando a su primo una bala perdida.


Asel sintió curiosidad.


—Acabemos con esto —sentenció y cerró los ojos. Onial puso su mano sobre la de su prima. Primero debía comprobar si era seguro lo que ella pretendía. Le presionó la mano con delicadeza dos segundos después, cuando detectó la ausencia de dones en la camarera, y eso le dio luz verde a la chica.


Asel entró con sutileza en su mente, casi a modo de pregunta, como si tocara a la puerta de una casa, esperando su respuesta. La mujer lo sintió y accedió intrigada. Asel sonrió ante los primeros pensamientos que recibió, los más superficiales e inmediatos. Abrió los ojos en ese momento. Todos los hombres estaban expectantes. ¿La camarera compartía los deseos de Caiel?


—Un segundo —respondió ella levantándose de su silla. Llevaba tacones altos, su figura era esbelta, su piel blanca contrastaba con la ropa negra.


Caminó hasta la barra con seguridad y le guiñó un ojo a la mujer.


—Yo también creo que eres una mujer hermosa —susurró Asel con galantería, clavando sus ojos negros y brillantes en la camarera que se sonrojó. Seguidamente le ofreció otra copa, acompañada de una servilleta.


Asel elevó sus finas cejas, sus labios ligeramente fruncidos. Colocó la mano sobre la barra, dejando ver sus anillos de serpiente y sus largas uñas pintadas de negro. Tomó la servilleta y le dio un beso al papel, antes de tomar la copa para volver con su familia.


—Creo que está más interesada en el otro sexo —comentó Asel mostrando el teléfono de la camarera. Se mordió su labio inferior y cerró sus ojos con coquetería, gestos que evidenciaban su triunfo con las damas.


Caiel rodó los ojos resignado y se terminó su copa de un trago.




Esto forma parte de una idea más compleja que si me da la vida iré explotando por aquí, un saludo y buen día.

MiRAVEN

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