Hoy le he echado una vista al pasado. Lo he mirado desde distintos ángulos y diferentes eventos.
Mis recuerdos se reencontraron con la niña que fui, con el pequeño ser humano que existía en mi mente. No tenía criterio, no tenía una voz y tampoco es que fuera consciente.
Ayer me crucé, físicamente, con alguien de mi adolescencia. Una persona que me hizo pensar en la chiquilla en que me convertí. La que se adaptó sin pensar, sin reflexionar y solo porque la vida le ofrecía “algo mejor”. Fui miembro del rebaño: sin mentalidad propia, con una idea de justicia o de lo correcto ajena, inculcada en lugar de razona. No había cavilación, no había dudas y era todo mucho más fácil.
Esta mañana me encontré con mi despertar, con la persona que comencé a construir y que decepcionaba a los demás. Algo desligado a lo común, a lo propio, a lo conocido. Un ser incomprensible para los que creían conocerme, es decir, para los que yo misma interpreté un papel.
La vida me llevó, me maltrató, me lastimó y me salvó. Todo fue muy difícil en aquel entonces. Yo estaba perdida, yo no sabía quién era, qué quería o, incluso, qué me gustaba. Era una caja llena de cosas y ninguna me pertenecía. Representé los sueños que creí que harían felices a otros, oculté los “no quiero” o “no me gusta” y tanto era de los demás, que no había espacio para mí, en mi cuerpo.
Esta mañana me vi. A la chica temerosa, a la que se callaba, que se escondía, que se engañaba, que se mintió, que lloró, que sufrió… y me acabo de dar cuenta, de que esas partes de mí, ya no están en la superficie. No las he eliminado, pero hoy no me miento, ni reprocho, ni juzgo o me odio.
Mi reflejo me ha desvelado que he cambiado. Que volveré a tener miedo, mas no me paralizaré ante él. Que nuevamente estaré triste, aunque ya no me quedaré en la cama sin hacer nada. Que voy a dudar y no está mal. Y, sobre todo, que continuaré descubriendo quién soy y quién quiero ser, pero está vez, nadie me impondrá quién debería ser, porque no estoy dispuesta a volver a perderme.
MiRAVEN